La mitología japonesa esconde un sistema complicado en una tierra que estuvo aislada durante muchos años que, además, debido a su idiosincrasia no empezó a trascribir historias hasta una edad tardía, dificulta la recolección de todo el saber que se trasmitía oralmente. También intervienen en la ecuación algo de influencia china en una etapa inicial y la religión sintoísta.
Historia de la mitología japonesa
La comprensión de la mitología japonesa sería imposible sin el Kojiki, el libro más antiguo que se conserva sobre mitos y la historia de Japón, escrito en el 712 a petición de la emperatriz Genmei. El Kojiki significa «registro de cosas antiguas» y gracias a este primer libro se escribieron otros para recoger la mitóloga japonesa: algunos libros ponían énfasis en la versión budista de los dioses y otro señalaban otra versiones diferentes. Nótese que es difícil señalar mito de realidad para la idiosincrasia japonesa desde el principio.
Incluso, la mitología japonesa explica el origen de la familia imperial y su ascendencia divina. La palabra para emperador en japonés significa el «soberano celestial». Según algunos, el primer emperador en la mitología japonesa fue Yamasachi-hiko y se casó con la hija del dios del mar; aunque está más reconocido que su posible hijo, Jinmu, fuera el primer emperador cuando unificó el gobierno de las islas allá por el siglo VII a.C.
La creación de las isla de Japón es la siguiente. Existían dos deidades Izanami e Izanagi, los más jóvenes y, además, marido y mujer, a los que se les encomendó la creación de la primera tierra y, para ello, utilizaron la «lanza de los cielos» desde el puente entre el Cielo y la Tierra y agitaron el océano con la lanza. Las gotas de agua salada, que cayeron de la lanza, formaron la primera isla.
La isla que se formó, Inojoro (auto-formada), sirvió para construir su palacio. Tuvieron un niño y una niña, pero se consideraron imperfectos y no se consideraron dioses. El resto de los dioses les contestó que no había realizado correctamente su ceremonia de unión y cuando la volvieron a realizar salieron las ocho grandes islas del archipiélago japonés.
El matrimonio también creó más dioses, sobre todo de la naturaleza, e islas. La diosa murió al dar a luz a un niño que era la encarnación del fuego y su marido mató a su propio hijo como venganza. El dios intentó recuperar a su mujer en el inframundo, Yomi en la mitología japonesa, pero fracasó igual que Orfeo y Eurídice en la mitología griega.
Yumi, el inframundo japonés
Yumi, «la tenebrosa tierra de los muertos», es análogo al érebo griego o al sheol hebreo, además de ser el lugar donde se retiró Izanami, diosa primordial, tras su muerte. Su marido la siguió hasta el Yumi, pero no la pudo rescatar porque Izanami ya había probado el alimento del inframundo que le impedía poder volver al mundo terrenal.
Intentó rituales, pero tampoco la trajo a la vida. Los rituales dieron como resultado la creación del sol, la luna y el viento (o tormenta).
Cuando volvió a por ella, aunque su mujer era renuente y permanecía en las sombras que ocultaban su apariencia. Su marido aprovechó que se durmió y prendió su peine que mostró la carne de su mujer en descomposición con gusanos y criaturas asquerosas que se deslizaban sobre su cuerpo destrozado.
Su marido gritó y huyó: intentaba volver a la vida y abandonar a su esposa muerta. Su mujer se despertó llorando indignada y lo persiguió lanzándole demonios. Al final, el dios llegó a la entrada de Yumi bloqueando la entrada de la cueva.
Su mujer gritó que si no la dejaba salir ella destruiría a mil vivos cada día. Él le contestó que entonces él daría vida a mil quinientos. De esta manera comenzó la muerte de la mano de los dioses primordiales.
Como en el érebo griego, los difuntos vagan eternamente viviendo una existencia oscura y gris donde el alma experimenta momentos sombríos. Muchos expertos coinciden en que la representación de Yumi tuvo su origen en las tumbas antiguas en la era feudal, donde se dejaban los cuerpos para que se descompusieran.
Características de la mitología japonesa
- Demonios y espíritus: los seres sobrenaturales pueden cambiar su apariencia a su antojo y son propios de los relatos. Algunos son imponen mucho miedo y son muy difíciles de matar.
- Animales: la mitología japonesa los respeta mucho y, por eso, existen personajes en cuerpos de animales con grandes poderes y dotados de sabiduría. Tenemos desde dragones hasta zorros y lobos.
- Elementos de adoración: empleaban piedras y rocas también como objetos de veneración, algunos incluso tiene un papel relevante en las historias.
Los dioses japoneses
La concepción de los dioses en la mitología japonesa es característica porque representan a espíritus, especialmente de la naturaleza. Tienen una palabra específica: Kami. Se les describe con apariencia humana y en función del elemento al que representan, se les asigna una serie de poderes. Existen tantos dioses que es difícil enumerarlos o clasificarlos, tenemos dioses relacionados con la meteorología, los astros, las aguas, las montañas, las plantas de toda índole, caminos o del fuego.
Los dioses crearon a los héroes para derrotar los peligros y tienen sus propias historias.
Inframundo
Al igual que la mitología nórdica posee varios mundos y la griega varios inframundos, la mitología japonesa no se queda atrás y cuenta con multitud de inframundos. Por ejemplo, tienen al Jigoku (también el inframundo del budismo) y es un mundo terrorífico, envuelto en llamas, donde habitan demonios y se impone a los pecadores castigos inhumanos.
Además tienen nombres que, traducidos, son muy sugerentes:
- Infierno de excremento.
- Infierno del mortero de hierro.
- Infierno del gallo llameante.
- Infierno de la nube de arena negra
- Infierno de pus y sangre
- Infierno de zorros y lobos.
- Infierno del elefante llameante.
- Infierno de los sonidos chillones.
- Infierno de las llamas que disparan.
- Infierno del desollado.
- Infierno de las heces hirvientes.
- Infierno del desmembramiento.
- Infierno de la montaña de hierro.
Demonios del Japón
Esta mitología tiene una fascinación por multitud de demonios que salen en leyendas e historias. Incluso en la actualidad, se realizan rituales y festivales para alejar a los demonios más terroríficos.
- Amanojaku, demonios que adivinan los deseos más oscuros del ser humano y los emplean en su contra.
- Kappa, los duendecillos de origen chino.
- Jinmenju, unos árboles cuyos frutos se asemejan a una cabeza humana.
- Joro-gumo, arañas gigantes que se transforman en una mujer hermosa y seducen a hombres.
- Mu-onna, espíritus sin rostro que surgen del dolor de una madre al perder a su hijo
- Uwam, seres incorpóreos que viven en casas antiguas o abandonadas.
- Nopperabo, fantasmas sin rostro que caminan por las calles con la mirada fija en el suelo
- Shinigami, significa «dios de la muerte», e inducen deseo de quitarse la vida en el ser humano.
Amaterasu, la diosa del sol
Amaterasu es la diosa del sol y una de las diosas más conocidas en la mitología nipona. Es considerada una diosa amable y compasiva derivada de los preceptos del sintoísmo. Por otra parte, es considerada como una pariente lejana de los emperadores.
La anécdota más famosa es a causa de su impetuoso e impredecible hermano Susano’o, dios del viento y de las tormentas, cuando fue desterrado del cielo, pero se empeñó en despedirse de su hermana. Amaterasu le preguntó: «¿Con qué propósito has venido aquí?» y su hermano contestó: «Para decir adiós».
Ella no creyó sus palabras y solicitó una competencia para probar su buena fe para ver quien quién producía el niño divino más noble. Amaterasu creó a tres mujeres de la espada de Susano’o, mientras que su hermano, a cinco hombres de la cadena de ornamento de Amaterasu.
Ambos dioses se declararon vencedores por lo que Susano’o se puso violento y lanzó un potro medio desollado (animal sagrado para Amaterasu) en la sala donde tejía su hermana además de causar la muerte de uno de sus asistentes. Amaterasu huyó y se ocultó en la una cueva por lo que la oscuridad cubrió el mundo.
Los dioses trataron de convencer a Amaterasu para que saliera de la cueva, pero ella no quiso. La diosa de la festividad, Ame-no-Uzume, diseñó un plan colocando un espejo de bronce frente a la cueva. Luego Uzume organizó una «fiesta» con flores y hojas hasta que bailó desnuda. Los dioses rieron tanto que Amaterasu se asomó de la cueva creando un «amanecer» con un rayo de luz deslumbrándose por su propio reflejo en el espejo. Otro dios la sacó de la cueva y la sellaron con una cueva mágica.
Susano’o y Orochi
Cuando Susano’o fue exiliado del cielo, llegó a la una provincia en la tierra. Al llegar se encontró a un viejo y a su esposa sollozando al lado de su hija. Le explicaron que tuvieron ocho hijas, pero fueron devoradas una a una, cada año, por el dragón llamado Yamata-no-orochi («serpiente de ocho picos») que tenía ocho cabezas y ocho colas. Kusinada, «princesa del arroz blanco», era la última de las ocho hijas.
Susano’o se dio cuenta de la relación de los ancianos con Amaterasu y ofreció su ayuda a cambio de la mano de su hija. Tras aceptar la propuesta, Susano’o transformó a Kusinadaen un peine y la ocultó en su pelo. Ordenó construir una cerca alrededor de la casa, con ocho puertas abiertas, ocho mesas frente a cada puerta, ocho barriles en cada mesa y cada uno de los barriles llenados con licor de arroz elaborado ocho veces.
El dragón Orochi se emborrachó con el licor cuando vino. Susano’o aprovechó la ocasión, lo mató y lo cortó en pedazos. Creo una espada, con la cola, que le entregó a su hermana y luego el arma fue protagonista en varias historias.
El origen de los emperadores
Ninigi, nieto de Amaterasu, conoció a la Princesa Sakuya, «símbolo de las flores». Ellos se enamoraron y Ninigi pidió su a su padre. El padre estuvo tan complacido que ofreció la mano de sus dos hijas, Iwanaga (símbolo de piedra) y Sakuya. Ninigi solo se casó con Sakuya y rehusó a Iwanaga.
«Iwanaga está bendecida con la eternidad y Sakuya con la prosperidad», dijo el padre, «al rehusar a Iwanaga, tu vida será breve de ahora en adelante». Debido a esto, Ninigi y sus descendientes se hicieron mortales. Destaca su nieto Jimmu, el primer emperador mitológico de Japón.