Cuando me puse a diseñar el libro, no podía dejar de lado mi propia experiencia. Creo que al final, escribamos o no, estamos marcados por nuestras experiencias anteriores, especialmente de niños.
No sé el motivo, pero el primer recuerdo que asocio con las artes marciales es el naranja porque el suelo del gimnasio al que íbamos era así. Mi padre nos llevaba, a mi hermana y a mi, de pequeños para aprender Taekwondo. ¿Por qué ese arte marcial y no otro? Pues mi padre llegó a ser primer dan y nos enseñó lo que sabía.
Solo llegué hasta cinturón amarillo-naranja, pero las artes marciales te enseñan mucho más que colores. Y realicé un homenaje con el bimbairi, supongo que acerté con el nombre cuando dos amigos me preguntaron cómo era y me tocó explicarles que era inventado.
El bimbairi o la mayoría de artes marciales surgieron cómo método de autodefensa y en Ferantir no iban a ser menos. La vara de Karanos refleja una sociedad que recurrió a medidas drásticas para preservar su propia supervivencia ante un enemigo mucho más poderoso.
Otro amigo, cuando se leyó mis primeras versiones, me preguntó: ¿cómo surgió el bimbairi? No se me ocurrió otra cosa mejor que responder con una novela corta que espero salga a la luz antes o después. Y si en la explicación interviene algún dios, mejor. ¿No te parece que las artes marciales, como el bimbairi, tiene algo de mágico? Me pregunto quién fue la primera persona que le ocurrió indagar por este camino.
Para crear el bimbairi, como me gusta documentarme, pasé largos ratos con mi padre para que tuviera una coherencia el arte marcial. La creación de algo nuevo, por sí mismo, pienso que es necesario aprovechar cada instante porque es una de nuestras mejores virtudes. Y cuándo me centré en la creación del bimbairi, intenté responder a otra pregunta, ¿por qué un dios intervendría en su nacimiento?